martes, 25 de marzo de 2008

Noelia I

Mi vida marchaba bien, dentro de los parámetros socialmente aceptables. Era una chica normal de veinticinco años, gerente de ventas en una compañía, de cuerpo “normalito”, heterosexual, sin vicios, de pocas virtudes, alguien más del inmenso monto. Vivía sola en un apartamento que me compraron mis padres cuando yo tenía dieciocho años. Follaba de cuando en vez, deseos de hacerlo todos los días no me faltaban, lo que me faltaba era un buen “macho” que me cogiera como era debido, pero todos los hombres que me tocaban eran algo… como decirlo “flojos”, lo que me llevaba a masturbarme todos los días, bueno, debo corregir, si tenia vicios. Pero carajo ¿A quien no le gusta follar?

Un lunes cualquiera, a horas tempranas de la mañana en la oficina, llegó un empleado nuevo. Estaba ahí para hacer una pasantía, eso era algo normal en la compañía, a menudo reclutaban talentos en las áreas administrativas, yo soy un ejemplo de ello. Era un chico de piel negra, de buena estatura, se notaba que tenia buena contextura física, no era de rostro bello, es decir no era un galanazo, pero si era atractivo, exótico. Labios carnosos, ojos pequeños de un negro muy profundo, en verdad tenía mirada de villano. Su cabeza estaba raspada y llevaba la barba arreglada, es decir al ras de la piel.

Pasaron las semanas, Sebastián, así se llamaba se desenvolvía muy bien en el trabajo, en verdad lo hacia a la perfección, era seguro que lo reclutarían. Pero él nunca hablaba más de lo necesario, era muy callado. En el comedor se sentaba solo. Muchas de las chicas se le lanzaban de todas las formas habidas y por haber, pero a él no parecía interesarle mucho, de ahí partió el rumor de que Sebastián era gay. Pero eso siempre pasa, en el momento que un hombre rechaza a una mujer lo tildan de maricón, yo no pienso que eso sea correcto, las mujeres rechazamos hombres y no somos lesbianas por ello.

Como era de esperarse, Sebastián fue contratado por la compañía. Ya le tocarían trabajos de mayor responsabilidad junto a un muy lucrativo salario. Fue asignado a mi área en la cual se manejaba como pez en el agua, poseía una habilidad mental increíble, era excelente estadista y podía prever la reacción de los consumidores, pro y contra de cada decisión, en fin, era un genio. Pero nuestro genio continuaba con la fama de gay.

Casi tres meses después de su entrada a la compañía, a mí se me asignó un proyecto y debía elegir a un compañero de equipo, ni tonta ni perezosa elegí a Sebastián. No había segunda intención en mi decisión, hasta yo creía ya que era gay, lo elegí por su innegable talento. Hacíamos una pareja perfecta, nos acoplamos a la perfección. Varias veces nos quedábamos hasta tarde trabajando, él y yo solos en la oficina, pero nada de nada. Vale decir a su favor que yo nunca me le insinué, aunque me parecía muy atractivo, además nunca había estado con un hombre negro, ya saben que se dicen mucho sobre sus dotes sexuales. Alrededor de los hombres de color siempre hay un misticismo sexual muy atrayente.

Una de esas noches en la que trabajábamos hasta tarde, eran más o menos las once o doce de la noche empezó mi mayor periplo sexual, algo inimaginable para mi inocente cabeza. Cuando salimos del trabajo mi coche no encendía, no se por qué, yo de mecánica se lo mismo que de física nuclear, ni mierda. Sebastián se ofreció a llevarme a mi casa, el problema estaba en que el conducía una Ducatti. En mi vida me había montado en una cosa de esas, a primeras me negué, pero él me convenció, con mucha facilidad debo agregar. Su voz y su mirada me hipnotizaron y antes de darme cuenta estaba agarrada a su cintura y con el culo apuntando al cielo, a doscientos kilómetros por hora.

Algo comenzó en ese momento, algo muy sensual, erótico. Mis manos rodeaban su cintura al nivel del ombligo. Sentía su espalda fuerte y sólida contra mis pechos. Sentía las vibraciones de la moto en mi clítoris, era como un vibrador de doscientos caballos de fuerza. Comencé a excitarme. Sentía como mi coño se humedecía. Me sentía un poco asfixiada por el casco, pero eso no aminoró mi excitación. Poco a poco fui bajando mis manos hasta llegar a su pene, él no reaccionó, yo busqué su miembro lo palpé sobre el pantalón, no estaba duro y aun así tenia un tamaño muy considerable.

Él aceleró la moto, las vibraciones estallaron en mi coño hasta estremecerme, yo solo atiné a apretar más su polla. Frotaba mis pechos contra su espalda. Íbamos en la autopista a qué sé yo cuantos kilómetros por horas y yo estaba más caliente que una perra en celos. La excitación no disminuía, fue imposible contener el orgasmo, solo me aferré a su cuerpo como un pulpo a una roca en medio de una marejada, mordí mis labios y el casco y la brisa diluyeron mis gemidos.

Llegamos hasta la puerta del edificio en que vivo. Me desmonte de la moto, él no lo hizo, solo se quitó el casco al tiempo que yo lo hacia. Yo no sabia que decir, que hacer, como actuar, estaba infernalmente caliente, se podía freír tocino con huevos en mi coño. Pero el muy hijo de puta estaba tan calmado como si nada hubiese pasado, y es seguro que sabia lo que paso. Yo quería que me follara ahí mismo, en la cera como los perros. Pero el reverendo cabrón solo sonrió, pero no era una sonrisa de chiste, era como esa sonrisa de aquel que se ríe por una maldad hecha, una sonrisa malévola y perversa. Solo me dijo antes de marcharse — Pasa buenas noches Noelia. — y así como si tal cosa se marchó.

En ese momento en mi mente le dije desde maricón hasta hijo de su maldita madre, pasando por gilipollas, cabrón y mil cosas más. Entré al edificio, subí el ascensor, no pude evitarlo, metí mi mano en el pantalón y comencé a tocarme. Mi coño estaba caliente y húmedo, frotaba mi clítoris con el dedo mayor con intensidad, pero no era suficiente. Salí del ascensor y en dos pasos ya estaba frente a la puerta de mi apartamento.

Ni siquiera encendí las luces, solo me quité toda la ropa y me tiré sobre el sofá desnuda. Metí mis dedos en la boca mientas frotaba, apretaba y pellizcaba mis tetas, ensalive mis dedos y los metí en mi coño, comencé a masturbarme. Tenía un calor volcánico, solo pensaba en el hijo de puta de Sebastián, maldito marica le decía, pero entre más lo maldecía más me excitaba. Ya llevaba tres dedos en el coño, pero eso no daba abasto, yo quería algo más.

Me puse de pie, estaba ansiosa, así como un drogadicto sin cocaína. Fui a la cocina y abrí la nevera, la escaneé con la vista hasta encontrar el suplente perfecto de la polla que deseaba: un pepino. Si, como lo leen, un pepino, era lo más bajo que había caído, pero lo necesitaba. Destape un tarro de margarina y se lo unte a mi vegetal salvación, también me unté un poco en el coño, pero creo que se derritió como si hubiese caído en una sartén al rojo vivo.

Me eché ahí mismo en el suelo de la cocina, abrí mis piernas hasta más no poder y lo comencé a meter en mi coño. Poco a poco, sentía como se deslizaba a mi interior abriendo mi vagína y llenándome de satisfacción. El pepino no era tan grande, en verdad podría ser un pene cualquiera de los que me han tocado, pero de inmediato comencé a pensar en la polla de Sebastián, en como la sentí, así aun fría se notaba mayor que cualquier polla que he cogido.

Metía y sacaba el pepino de mi coño mientras frotaba mi clítoris, nunca en mi vida había estado tan puta y caliente, el vesuvio era una chispa comparado conmigo. Movía mi cuerpo sobre el suelo, el “mete y saca” era rápido, de no haberle untado margarina al pepino y al coño de seguro me hubiese irritado. Jadeaba, gemía, gritaba, maldecía a Sebastián, lo deseaba.

Frotaba mi clítoris con intensidad, metía el pepino en mi coño con fuerza, en verdad me la estaba gozando como nunca, esa era la mejor paja que me había hecho en mi vida. Me corrí, pero fue algo increíble, moje mis piernas y el suelo, casi me deshidrato, estaba tan excitada que metí en pepino en mi boca y comencé a chuparlo como si fuera una polla y aun frotaba mi clítoris.

Llegué casi a rastras a la cama y me quedé rendida, ahí con el coño aun empapado y sucio de margarina, eso si, guarde el pepino de nuevo en la nevera, nadie sabe cuando lo tendría que usar de nuevo.

3 comentarios:

Bastet{D} dijo...

Sebastián siempre me pareció un bastardo, pero también el hombre mas interesante y sexy que ha pisado esta tierra.

Una lectura puede hacer mucho daño a la convicción de una mujer, Noelia destruyo todas mis defensas y me comenzó a guiar por el camino de a sumisión...

Seria magnifico leer toda la serie. Es genial. Me encanta.

blackviolet dijo...

¡Con un mes de retraso vengo! Esto es impuntualidad de manual!jeje!

Pero... nunca es tarde para empaparse de este hermosísimo relato... ¡que sí, que sí! Soy muyy subjetiva... estoy prendada de Sebastian.. ¡pero eso no tiene naada que ver!jajaja

Y además teniendo en cuenta el significado de estas letras en vuestra relación... la importancia y lo que provocaron...

Letras especiales... que llegan a lugares recónditos y muestran verdades y caminos... ¡uau! ¡Has conseguido casi un milagro, gran escritor!

Un beso devorador de letras!

goooooood girl dijo...

i like your blog......