martes, 29 de enero de 2008

Los Dioses oscuros o La perversión de la virgen.

Existen muchos puntos en donde podría iniciar este relato. Cada vez que he tuve sexo con él, pudo haber sido material para un relato intenso, diferente e interesante. Él me llevó a los rincones más profundos y perversos del placer. Pero me he decidido por aquella ocasión en especial, en verdad no sé el por qué. Tal vez porque en aquella ocasión yo no era la actriz principal en este teatro de lujuria o tal vez, porque fue cuando comencé a notar en lo que estaba envuelta.

Llevaba alrededor de dos meses en una relación con un chico, que para fines literarios llamaremos Sebastián. Hasta el momento había tenido sexo menos de veinte veces con él, con un promedio mínimo de ciento sesenta orgasmos. Más o menos diez por relación. Yo lo consideraba un dios del sexo. Prácticamente le rendía culto a su pene.

Como la mayoría de las mujeres, yo tenía una amiga confidente. A esa que le contaba las cosas intimas que hacia. No tanto por que yo quiero, sino porque ella me lo pide. Cada detalle, cada cosa que le contaba, ella lo sentía y disfrutaba. Creo que es por que es muy aficionada a las novelas y relatos eróticos. Su nombre era Esther. Y con dieciocho años aun era virgen.
Ella tenía un noviecillo que yo no soportaba mucho. Él era menor que ella, y yo pensaba que ella necesitaba un hombre de verdad. Por eso le propuse perder su virginidad con Sebastián. A mi parecer nadie era mejor que el para ese trabajo, pero me equivoqué.

Cuando Sebastián y Esther se conocieron, no se llevaron del todo bien. Dado a que Sebastián era en extremo sincero, tanto que rayaba en la crueldad. Esther era un poco reprimida y aunque deseaba hacerlo con él, le daba miedo. Le daba miedo Sebastián y la acción que este podría hacer. Por otra parte Sebastián no estaba muy interesado en hacer el amor con ella. Supuestamente no le gustaban las vírgenes, le apetecía más la idea de pervertirla, pero no acostarse con ella, al menos hasta que ya estuviera lista para ello.

Pasaron varias semanas y conversaciones entre tres. Cuando Sebastián lo deseaba podía conversar de buena manera con ella. Pero la paciencia no es algo que le sobraba a él. La personalidad hiper reprimida de Esther le sacaba de quicio. En secreto, Esther me confesó que lo que más le molestaba de Sebastián, era que todo lo que él decía era cierto. Era como si pudiera leer su mente, sentir sus emociones, podía ver a través de ella.

Sebastián tenía otro amigo al cual llamaremos Randy, como el que era guitarrista de Ozzy Osbourne. Ya que él chico es guitarrista. Se me olvidaba, Sebastián era bajista. Ellos eran excelentes amigos. Aunque físicamente eran polos opuestos, mentalmente eran casi idénticos, pero a la vez opuesto. Sé que es difícil de entender. Sebastián aparentaba ser más calmado, y Randy mucho más activo. Pero Sebastián en sus acciones era más caótico y Randy más calmado. Sebastián era alguien perverso, Randy era siniestro. Pero también compartían los mismos gustos musicales e ideologías y formas de vida.

Después de pensarlo y debatirlo, Sebastián y yo llegamos a la conclusión de que Randy era el adecuado para desflorar a Esther. Cuando se lo dije a Esther ella solo pidió conocerlo y rogaba que no fuera como Sebastián. Cuando Sebastián se lo dijo a Randy, este solo dijo "No hay problema".

Decidimos reunirnos para que ellos conversaran, aunque Sebastián ya tenía otros planes, ir a un motel…los cuatro. Ya todos juntos, Esther se negó de todas las maneras posibles y al final Sebastián desistió. Al final solo fuimos al parque y conversamos, la mayor parte de la conversación giraba en torno a la sexualidad de Esther.

Randy y Esther conversaron a solas largo rato. Se llevaron muy bien. Randy era muy sutil y persuasivo al hablar, al igual que Sebastián cuando se lo disponía. Al final él la convenció para que fuéramos todos a un motel al día siguiente.

Quedamos que nosotras pasaríamos por ellos por ellos gimnasio, después que saliéramos de la universidad. Cuando llegamos al gimnasio ellos aun no habían acabado de hacer sus ejercicios. Esperamos unos diez minutos a que salieran.

Esa imagen sigue fresca en mi mente y creo que no se borrará nunca. Eran imágenes opuestas, en ellos dos estaba lo que cualquier mujer quisiera para sus disfrutes. Sebastián era de piel morena, alto, de musculatura definida y muy estilizada. Su cabeza rasurada y la barba arreglada, muy al ras de la piel. Su mirada debajo de sus anteojos era profunda, perversa, tranquila. Su rostro es varonil, de gesto serio.

Randy era de piel blanca, algo bronceado por el sol caribeño. Cabello rubio no muy largo y algo enmarañado. Sus ojos marrones claro tenían una mirada calmada y siniestra. En su boca una sonrisa que mezclaba alegría y malicia. Su cuerpo no era tan definido como el de Sebastián, pero si muy atractivo. Parecía que nunca le había salido un pelo en la cara a pesar de su edad.

Sus cuerpos estaban un poco sudados aun. Sus brazos y hombros brillaban con los últimos rayos de sol de la tarde. Se movían con una gracia inimitable, lentos, con armonía, como quienes no temen al tiempo. Era imposible apartar la visa de ellos. Esther quedó fascinada al verlos así "parecen demonios, pero que rico están".

Llegamos al motel. La acción no empezó de inmediato, Sebastián entró a la ducha y se aseó, Esther se mostraba algo tímida con Randy. Él demostraba una gran paciencia con ella. La acariciaba, le daba besos en las mejillas, hombros, boca. Ella tardó un buen rato para aclimatarse. Cuando Sebastián salió del baño luego entró Randy.

Sebastián estaba totalmente desnudo y húmedo. Así era mucho más atractivo y seductor. Él no le ponía mucho caso a Esther, aunque debes en cuando la tocaba con ligera caricias. Él me desvistió mientras me besaba y sus manos me recorrían si limites. Yo ya estaba más que caliente y sedienta de sexo.

Esther nos observaba, se notaba excitada. Mordía sus labios. Sus pezones se notaron duros a través de su blusa. Estaba tan concentrada viéndonos que no se fijó cuando Randy salió del baño. Él la abrazó por la espalda y empezó a besar su nuca y a tocar sus pequeños y firmes pechos.

Yo ya estaba comenzando a ser penetrada por Sebastián, por lo usual no era tan directo, pero yo le pedí que lo fuera está vez, estaba muy deseosa de sentir esa polla en mi. Esther nos observaba, su respiración se agitaba poco a poco, mientras Randy la desvestía y la llevaba junto a nosotros a la cama.

Se acostaron a nuestro lado. Esther estaba un poco rígida, mientras Randy recorría su cuerpo con la lengua. Ella acariciaba su suave cabello. Cuando el se posó entre sus piernas fue el principio de una nueva vida para ella. Al principio reprimía sus gemidos, mientras yo gritaba de placer en mi primera corrida, que siempre tienden a ser desvastadotas cuando es Sebastián que las provoca.

Me quedé tendida en la cama. Sobre nosotros había un espejo, por el cual yo observaba toda la escena. Veía a Sebastián sobre mí, moviéndose muy lento, dándome un respiro para el siguiente orgasmo. Vi sus extraños tatuajes sobre su espalda. Veía a Randy con su cabeza entre las piernas de Esther, y a ella con los ojos cerrados y los labios apretados. Randy también tenia la espalda tatuada con signos no iguales, pero si parecidos a los de Sebastián. Ellos nunca me querían decir que significaban por más que les pregunté.

"Mientras sigas reprimiéndote, no lo disfrutaras" le susurró Sebastián al oído. Él comenzó a acariciar sus pechos, yo aproveché para quitármelo de encima un momento, no era que me molestara, pero sabia que si me cogia de la forma habitual, talvez no tendría fuerzas para disfrutar de algunas cosas. Entonces el se enfocó al cien por ciento en Esther. Algo que yo también quería. Deseaba que mi amiga tuviera una experiencia inolvidable, y que mejor que tener a esos dos dioses oscuros para ella.

Poco a poco ella se fue relajando. Las manos de Sebastián la recorrían con suavidad, mientras Randy le lamía el coño cada vez con más intensidad. Los gemidos salían cada vez con más intensidad, a veces opacados por los besos de Sebastián.

Ellos la pusieron de lado, y así Sebastián comenzó a lamerle el culo y Randy continuó lamiéndole el coño. Me excitaba la idea de que sus lenguas se rozaran en esa zona, pero sabía que no era así. Sabían muy bien lo que hacían, lo sé porque ellos ya me lo habían hecho a mí.

Esther se estremecía por el placer. Yo recosté su cabeza entre mis piernas, sobre mi coño aun húmedo por la corrida. Ella apretaba mi mano derecha, mientras yo con la izquierda acariciaba sus pechos. Un orgasmo la sacudió, la hizo temblar y perder el control de su cuerpo. Se ahogo en un grito mudó, como si su garganta clamara por aire. Luego fue cayendo en un relajamiento profundo hasta quedarse inmóvil. Ese fue su primer orgasmo.

Ella se quedó tendida mirando el espejo, con su cabeza aun entre mis piernas. Su mirada era pérdida, y su cara de satisfacción. — ¿Qué me pasó? — murmuró entre dientes. Ellos se acostaron cada uno a su lado. —Tuviste un orgasmo. — dijo Sebastián mientras jugaba con su dedo sobre el ombligo de Esther. —Un orgasmo muy bueno, vale decir.- añadió Randy con tono cómico.

— Tus experiencias son solo tuyas, nadie te las puede arrebatar. No importa que pase, son solo tuya. Tienes el derecho a explorar las cosas que te dan placer, a vivirlas, a disfrutarlas, a recordarlas. — las palabras de Sebastián eran suaves, tenia un tono melódico, casi hipnótico. Randy comenzó a besarle los labios. Entre cada beso le hablaba en el mismo tono que Sebastián — Solo dejate llevar. No temas, y si temes disfruta de ello.

Yo estaba muy excitada con la situación. Parecía una escena sacada de un libro de esos donde deidades seducen doncellas. Esther buscaba mis ojos. Me miraba como buscando algo que le diera confianza. Yo le sonreía y acariciaba su pelo. Nunca había sentido una atracción sexual hacia mi amiga, pero en ese momento solo me provocó besarla. Y lo hice.

Acerqué mis labios a los suyos, levante un poco su cabeza y toque sus labios con los míos, dudé que ella fuera a responder el beso, pero lo hizo, con cierta timidez pero lo hizo. Nuestras lenguas se encontraron y se rozaron con suavidad, sentí el sabor de su saliva, de su deseo, de su placer. Sentí como seis manos recorrían su cuerpo. Sentí como la excitación erizaba cada rincón de su ser. Sentí como disfrutaba ser seducida y pervertida.

La hora de la penetración había llegado. Ahora que lo pienso, creo que el pene de Randy era el indicado para el trabajo, sumado a su paciencia para las cosas. La polla de Randy es larga, de unas siete casi ocho pulgadas. No era muy gruesa, lo suficiente para causar placer. Sin embargo, la polla de Sebastián casi dobla el grosor de la polla de Randy, pero es menos larga, de casi 7 pulgadas. Un instrumento muy rudo para la situación. Además Sebastián es más agresivo, sus movimientos de caderas incansables. A él le gusta hacer muchos rejuegos de movimientos lentos, rápidos, profundos, no tan profundos, cosas que enloquecen el sentido. Seria demasiado para la primera vez de Esther.

Randy se posó entre las piernas de Esther. Ella tenía miedo. Se podía sentir a través de su piel. Pero estaba decidida a vivir su experiencia y a disfrutarla cuanto le fuese posible. La polla de Randy comenzó a entrar con dificultad. Sebastián y yo nos Empeñábamos en distraer al mente de Esther, alejarla del dolor y sustituirlo por placer. Yo la besaba, mientras Sebastián tocaba sus pezones henchidos. Esther apretaba mi mano con fuerza. Se le escapaban quejidos mientras la polla de Randy avanzaba con toda la suavidad posible. Ya casi la mitad de la polla estaba dentro, Randy comenzó a entrar y sacarla con suavidad, poco a poco aumentaba el ritmo y al parecer la profundidad. Hasta que un último empujón la metió completa.

Esther gritó. Clavó sus uñas en la espalda de Randy, quien se quedo inmóvil por un momento, esperando que el dolor se disipara un poco en la mete de Esther. —Tranquila bella, no pasa nada, relájate. — decía Sebastián con voz calmada. — Me duele, me duele — decía Esther con los dientes apretados. La lengua de Sebastián comenzó a recorrer su oreja y cuello. Mientras le decía —tranquila, relájate —

Randy volvió a moverse, lento, con suavidad. Esther fue relajando el cuerpo. Rodeó la cintura de Randy con sus pies. Sebastián y yo la besábamos por doquier. A veces las tres bocas coincidían, las lenguas se cruzabas entre saliva y placer. Los gemidos comenzaron a manar de la boca de Esther. Al parecer el dolor había desaparecido por arte de magia. Tal vez después de todo, si son dioses.

Las embestidas de Randy eran cada vez más rápidas y profundas. Sus movimientos eran muy similares a los de Sebastián. Yo comprendía lo que sentía Esther en ese momento. Se podía percibir el olor de la humedad de su coño. Era una fragancia envolvente, embriagante. Ella gemía, no sabia que hacer con sus manos, tocaba a Sebastián, luego la espalda de Randy, mis pechos. Se desesperaba de tanto placer.

Randy sudaba, y su sudor se mezclaba con el nuestro, con nuestra excitación. En ese momento no había cuatro personas en una cama, éramos solo una. Y Esther era nuestra alma. Esther estaba a punto de tener un orgasmo, gritaba, balbuceaba palabras entrecortadas, hasta que tomo un profundo suspiro, parecía que quería absorber todo el aire de la habitación, y que no le era suficiente. Parecía un suspiro eterno e interminable, hasta que por fin dejó escapar un grito fuerte, seguido por sacudidas desenfrenadas, Randy no paraba de moverse.

Ella se quedó quieta, con los ojos abiertos, como en trance. Para serles sincera, me asuste un poco, pensé que le había pasado algo. Pero recordé mis propios orgasmos, y no eran menores de ahí, pero nunca los había visto en otra persona. Randy también se corrió y vertió su líquido sobre ella, en su ombligo.

Todos quedamos tendido sobre la cama. Esther nos veía con ojos cansados y sonriente. Yo observaba todo a través del espejo sobre nosotros. Me encantaba la imagen. Esther en el centro, Sebastián a la derecha de Esther, Randy a la izquierda. Esther entre mis piernas. Vi como acariciaba su abdomen bañado de esperma. Pero noté algo curioso, no había ni una gota de sangre. Días después se lo comenté a Sebastián, él me miró y me dijo entre una sonrisa maliciosa — algunas vírgenes no sangran. Además, a los dioses como nosotros no les gusta la sangre. — tomé el comentario en broma, pero más tarde me daría cuanta de la seriedad del asunto. Pero eso será otro relato.

5 comentarios:

CalidaSirena dijo...

Relato muy excitante, la verdad lo tengo que anotar en mi agenda, como cosas pendientes por hacer, jajajaja.
Me ha encantado..
Besitos cálidos

blackviolet dijo...

Dionysos! tengo una duda que necesita ser resuelta!!!

Sebastian... Sebastian? El Sebastian de tatuajes, piel morena, cabeza rapada, barba arreglada y perversión como apellido? Ese Sebastian?

Señor bendito... ese hombre puede tentar a un ángel, y se supone que son asexuados!jeje!

Me encantan tus relatos... te lo he dicho ya? si? por si acaso... me encantan tus relatos!jaja!

No voy a preguntar de dónde sacas la inspiración... la respuesta podría asustarme!:)

Con esta fusión de emociones, placer y sensualidad se te perdonan hasta tus gustos musicales... jaja!

INCREÍBLE!!!Un besoo perversoo!

thai dijo...

ummm sin duda quiero ser Esther, seis manos para mi placer, bueno bueno ni pensarlo quiero que me disparo y no puedo...!!!!
Genial el relato, me ha gustado mucho.

Besos vendré a por mas.

venus dijo...

este relato... hummmmmmmmmmm


besos gracias ha sido de veras leerte

besos D

venus dijo...

AHHHHH ESO DE MIS DEDSOS SON COMPULSIVOS ME ENCANTO.. LO PUEDO USAR?


BESOS