miércoles, 6 de febrero de 2008

Serpientes, Manzanas y Yo

Aquí estoy, a cuatro patas con el culo engrasado y siendo penetrado por un incansable pene de seis pulgadas de ancho y más siete de largo y un vibrador en mi vagína, mientras meto mi lengua en el tierno y delicioso culo de una chica de diecinueve años. Como si fuese poco siendo grabada con una cámara de video.

Quien me diría que iba a estar haciendo estas cosas a mis treinta años. Mi vida antes de ellos podría catalogarse como: Normalmente monótona. Esposa de un exitoso hombre de negocios con disfunción eréctil supuestamente a causa del estrés diario. Madre de dos hijos ejemplares. Socialmente hablando tengo un buen matrimonio. Pero la carne no miente.

Doce años de matrimonio. Si, fui obligada a casarme a los dieciocho años, cuando lo que yo quería era disfrutar y tener seco con todo lo que estuviera a mí paso. Nunca antes lo había hecho, estaba esperando mi mayoría de edad para hacer lo que quería, pero una cosa es lo que pensamos y otra lo que tenemos que hacer. Así me jodieron la vida.

Mi deber como esposa era llevar una vida social intachable, debía sonreír y saludar mientras mi coño pedía una polla a gritos. Me refiero a una polla de verdad, no a la cosa miserable que le cuelga a mi esposo entre las piernas. Si eres mujer sabes a lo que me refiero, un pene que me incitara a chuparlo diez horas seguidas hasta que no sintiese la mandíbula y que me partiera el culo a la mitad. Pero debí conformarme con la miseria de mi marido, que aparte no me dedicaba la más mínima atención.

No intento justificar el hecho de que ahora estoy siendo cogida por un chico de veinticinco años y chupando un coño, lo cual me fascina vale decir. Lo que digo es que nunca me había sentido mujer, solo un accesorio para eventos sociales. Entre sonrisas y cócteles olvidé mis deseos y pasiones, me convertí en un accesorio social.

Un tiro. Muchas veces pensé en eso, en meterme un tiro en la cabeza, pero mis hijos no me lo permitían, eran mi único lazo con la vida y me hacían feliz, claro cuando estaban en la casa, porque a mi maravilloso marido se le ocurrió la idea de mandarlos a un internado para darles una mejor educación. Pasaba todo el día sola, lo cual me llevó a refugiarme en cientos de rutinas de aeróbicos, tenia un gimnasio en mi casa. Eso era lo único que me quedaba, pesas y flexiones.

Debes en cuando mi exitoso esposo se acordaba que los seres humanos tienen necesidades, así que me cogia, si a eso se le puede llamar coger. En doce años nunca había tenido un orgasmo, al menos no con él. Ya tenía las huellas digitales borradas de tanto masturbarme, pero eso no era suficiente, hasta los caballos comen más cosas aparte de la paja.

Una tarde de junio sentía que me iba a ahogar, esa enorme casa se me hacia asfixiante, tuve que salir, solo encendí el carro y salí. No tenia rumbo solo quería respirar. Después de una hora al volante me detuve en un parque. Me senté en una banca, veía a la gente pasar, una suave brisa soplaba y me alborotaba el cabello, me sentía relajada. Hasta que llegaron Eva y la serpiente.

Dos personas se sentaron en una banca frente a mí. En principio no les preste atención, pero pasados unos momentos comencé a sentir sus miradas. Eran un chico y una chica, sus apariencias eran ¿cómo decirlo? Creo que extraña era la palabra.

Ambos me miraban fijamente, me sentía algo incomoda. En un momento la chica le susurró algo al oído al chico, lo cual le hizo sonreír. Esa sonrisa fue la manzana. Sus labios apenas se movieron, ni siquiera fue una sonrisa, fue un gesto, pero fue lo más sexy y erótico que había visto en mucho tiempo. Sentí un cosquilleo entre mis pierna, calor en mi pecho, esa simple sonrisa me había excitado.

Para serles sincera, el chico no era de rostro atractivo, es decir su apariencia no era la de esos guaperas de revista, pero era algo exótico, sus facciones negroides eran masculinas imponentes. Sus labios gruesos, de inmediato me los imagine besándome. Sus ojos pequeños y sin expresión parecían ocultar mucha experiencia. Ojos que no dejaban de verme.

Me comencé a sentir algo avergonzada e incomoda, pero no me quería ir, algo me sujetaba a esa banca. — Hola ¿Cuál es tu nombre? — Me preguntó la chica, quien era muy bonita, una jovencita con rasgos asiáticos, su cara era tierna pero a la vez reflejaba cierta perversidad — ¿Eres muda? — preguntó mientras sonreía.

— No — las palabras no me salían, estaba nerviosa. —mi nombre es…Paula.
— ¿Cómo estás Paula?
— Bien.
— Segura, para mi tienes cara de que te tu vida no es buena y que te quieres pegar un tiro. — no sabia que decir a eso, solo sonreí y bajé la cabeza. Al alzarla ella se dirigía hacia mí. Se sentó a mi lado y me dijo — Tienes ojos de mujer olvidada, de esas que tienen siglos que no la follan como es debido.
— ¿Tú que puedes saber?
— Estudio psicología, pero no hay que ser Freud para darse cuentas de algunas cosas. Tus manos están arregladas, no tienes que hacer quehaceres domésticos, pero también son inquietas, signos de ansiedad. Tu ropa es cara, al igual que tu vehiculo, pero no trabajas, es decir que tu marido te mantiene, quien es muy rico para comprar un anillo tan caro como ese que llevas puesto.
— Eres muy observadora. — no sabia que hacer, solo la miraba sin saber como actuar. Luego le vi a él. Su rostro era tranquilo, solo observaba.
— Paula ¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo?
— ¿Qué? Eso no te concierne.
— Ya déjala tranquila Gloria, la pones nerviosa. — al escuchar la voz de ese chico mi piel se erizó, un escalofrió estremeció mi cuerpo. — Vamonos.
— Ella no quiere que nos marchemos, tú le gustas. — mi piel pasó de blanca a roja en fracciones de segundo. Él volvió a sonreír. — ¿Qué te gustaría hacer?
— ¿A que te refieres?
— ¿Quieres tomar algo, ir a una disco, tener sexo, fumar hierba, hablar de tus frustraciones? — solo atiné a sonreír. En ese momento me dije ¿Qué diablos? Fue cuando salió de mi interior esa chica de dieciocho años que obligaron a casarse.
— ¿En verdad eres psicóloga? eres muy joven.
— Entre a la universidad a los quince años y tengo un CI sobre ciento cuarenta, lo cual da por resultado a una psicóloga muy joven. En verdad aun no término, me falta un cuatrimestre.
— Y él ¿Qué estudia?
— Sebastián es mercadologo.
— ¿Y tú y Sebastián son novios?
— No, somos hermanos de crianza, así que si te gusta está disponible, pero te advierto que le gusta hacer cosas raras y tiene la polla más potente que hayas visto, aunque creo que no has visto muchas.
— ¿Cómo sabes que es una pene potente?
— He cogido con él. — mi sangre se congeló en ese momento. quedé atónita. — ¿alguna vez has cogido con una mujer? Me gustaría coger contigo — ese fue el remate.
— Vámonos. — dijo Sebastián mientras se ponía de pie y comenzaba a caminar.
— Bueno, me tengo que ir. Hasta luego Paula. — gloria me dio un beso en la mejilla, bueno, fue muy cerca de la boca, yo estaba petrificada.

Ambos se alejaron hasta que desaparecieron en la oscuridad de la naciente noche. Yo me quedé ahí, preguntándome qué había ocurrido. Esa chica tenía problemas mentales o qué. Cuando reaccioné me puse de pie, fui a mi automóvil y conduje hasta mi casa.

Como es normal no había nadie. Me eché en el sofá. Solo pensaba en esa sonrisa, en Sebastián. Me preguntaba si era verdad lo que dijo gloria acerca de su polla, y cuales cosas rara le gustaba hacer. Un calor fue creciendo en mi coño, un deseo intenso y voraz, necesitaba algo que saciara mis deseos. Solo pensaba en esa piel morena de Sebastián, imaginaba su polla penetrándome.

Desabroché mi pantalón, con desespero metí mi mano y comencé a frotar mi clítoris, pero de una forma que nunca había hecho. Lo frotaba con fuerza, rápido, lo apretaba. Mordía mis labios, apretaba mis pechos, pellizcaba mis pezones henchidos. Me quité el pantalón y la ropa interior. Mis dedos comenzaron a entrar en mi coño caliente y húmedo.

Pero no era suficiente, necesitaba más, mi coño pedía más. Lo que me llevaba al desenfreno, gritaba, me retorcía hasta que terminé en la alfombra. Me iba a desprender el coño, pero no me detenía, solo quería sentir. Hasta que escuché el vehiculo de mi esposo llegar. Me vestí rápidamente y me senté en el sofá.

Abría y cerraba mis piernas una y otra vez, eso seguía ahí. Ese fuego ese ardor, esa sed.
Mi esposo entró a la casa, no vale la pena contar lo ocurrido. Solo que esa noche no pude dormir, solo pensaba en ser cogida.

Los días siguientes continué yendo al mismo parque con la esperanza de ver esos chicos, pero no les encontraba. Pasaba horas sentadas esperando verles de nuevo. Para serles sincera, también pensaba en la gloria. Comencé a pensar cosas. Me preguntaba cómo se sentiría chupar un coño.

Ya habían pasado seis días y unas veinte masturbaciones desde aquella tarde. Estaba sentada en el mismo banco, ya la noche estaba cayendo cuando escuché detrás de mí una voz decir.
— Me debes una laptop.- era Gloria quien sonreía junto a Sebastián, quien me observaba con rostro de agrado. — aposté con mi querido hermanito que ibas a estar aquí, y que además has venido todos los días.
— ¿Cómo lo sabias? — quien respondió fue Sebastián.
— Mercadotecnia.
— No entiendo.- ambos se sentaron a mi lado, gloria a la derecha y Sebastián a la izquierda.
— Tú eres el mercado, nosotros el producto. Gloria despertó en ti curiosidad por un producto nuevo, lo hizo atrayente, extraño, curioso, a lo que le sumamos una envoltura llamativa, una introducción agresiva y directa, falta de competencia y la necesidad del consumo, lo que dio por resultado…
— Que tú estés aquí.
— Solo estaban jugando conmigo, vállense a la mier… —Sebastián me interrumpió
— Una boca tan bella no debe decir esas palabras. — me puse de pie con la supuestas intenciones de marcharme. Sebastián me sujetó por la mano con firmeza pero delicadeza. Mi cuerpo se detuvo, mi respiración se aceleró. Con suavidad me sentó nuevamente en la banca. — eres una mujer muy bella. No jugamos contigo.
— Y qué sobre la apuesta.
— Eso solo es un beneficio aparte. La idea central eres tú.- las palabras de gloria tenían cierto tono erótico, las cuales se complementaron con una caricia en mi mejilla. — Estás aquí por el mismo motivo que nosotros.
— ¿Cuál es ese motivo según tú?
— La carne no miente.

Ambos comenzaron a acariciar mi piel. Las manos de gloria se metieron bajo mi falda, tocando mis muslos mientras Sebastián tocaba mis pezones sobre la blusa. No sabia que hacer, estaba muy excitada como para pensar. Yo ahí, en la oscuridad siendo acariciada por dos personas desconocidas. No quería detenerlos, no podía. — Podemos hacerte el amor aquí si quieres — susurro gloria mientras pasaba su lengua por mi cuello.

— No, aquí no. — respondí con voz temblorosa. Nos pusimos de pie y subimos a mi auto, Sebastián me pidió las llaves. Mientras conducía, gloria y yo íbamos en el asiento trasero. Ella comenzó a besarme, su lengua se metió en mi boca, en principio mi respuestas eran casi nulas, pero poco a poco comencé a responder con besos y caricias.

Apretaba ese pequeño y duro culo. Su lengua recorría mi cuello, mis labios. Me quitó la blusa y el sostén, besaba mis duros pezones. Yo acariciaba su cabello. No sabía a donde íbamos, no me importaba, solo sabia que me sentía como nunca me había sentido en mi vida y apenas era el inicio.

Llegamos a una casa, Sebastián estacionó el coche en una marquesina en la cual había otro vehiculo y una motocicleta. Entramos, era un lugar con ambiente muy juvenil y moderno, nada parecido al mausoleo en el cual vivo. La sala era de colores claros, había un gran televisor, dos sofás cuadros, era un lugar muy acogedor.

Gloria me dijo que tomara asiento, mientras caminada por un pasillo. Sebastián se acercó al televisor, sacó una cámara de video de un gabinete que estaba debajo, hizo unas conexiones, encendió el televisor y ahí estaba yo. La cámara cubría toda la sala perfectamente. Sabia cual era la intención, y no me molestaba, me excitaba.

Gloria volvió, estaba totalmente desnuda y con un pequeño bulto en sus manos. Su cuerpo era delgado pero muy bien definido. Sus pechos pequeños, firmes, de pezones rozados, su coño estaba rasurado totalmente en su nalga había un tatuaje, era una manzana.

Se arrodilló entre mis piernas. Besaba mis pechos. Me quitó la falda y las bragas dejándome desnuda y a merced de sus deseos. Subió mis piernas sobre sus hombros y comenzó a lamer mi coño. Su lengua lamía mi clítoris, lo chupaba, lo besaba. Luego me abrió el coño con sus suaves manos y metió su lengua, la movía con rapidez, a mi solo me quedaba gemir y disfrutar de la mejor experiencia de mi vida.

Sebastián se acercó a mí, me miraba. Era como si le complaciera verme así. Yo no resistía más, quería ver, sentir, chupar su polla. Desabroche su pantalón con prisa, llena de ansiedad, hasta que por fin la vi. Era la polla de mis sueños. Aun no estaba totalmente dura y su tamaño era muy superior a la polla de mi marido cuando estaba dura.

Me la metí en la boca, fue como si saciara mi sed. Me era difícil manejarla, era un poco grande para mi boca, pero eso me excitaba aun más, sentirla rozar contra mi lengua, llenarla por completo sin espacio para nada más. Rápidamente llegó a su máximo esplendor, era de unas siete pulgada de largo por unas seis de ancho más o menos. Mi boca no daba abasto para tanto material. Él acariciaba mi cabeza, mientras yo hacia un intento patético de masturbarle con mi boca.

Gloria seguía comiéndose mi coño y había añadido a sus dominios mi culo, sentía como su lengua lamía mi culo. Sus dedos frotaban mi clítoris que estaba a punto de explotar. Mi cuerpo comenzó a temblar, mis piernas se pusieron rígidas, me sacudía involuntariamente, estaba teniendo un orgasmo como nunca antes lo había tenido. Tuve que sacar la polla de mi boca para poder gritar. Solo apretaba más la cabeza de gloria contra mi culo y coño.

Mi cuerpo se relajo, sentí que me desvanecía. Cuando reaccioné estaba acostada en la alfombra. Gloria colocaba su coño sobe mi cara, mientras ella se acomodaba para continuar chupando mi coño, el sesenta y nueve. Siempre quise hacer esa posición, claro, no con una mujer, pero que más da. Veía ese coño tan cerca de mi, era tan delicado y bello que no pude resistir. Pasé mi lengua sobre el. En realidad tenía un poco de asco al principio, pero desapareció antes primer minuto. Me encontraba lamiendo ese coño como una lesbiana de toda la vida, y lo mejor de todo era que me gustaba.

Quería saborearlo, lo chupaba, metía mi lengua en el hasta donde podía. Ese sabor me estaba enloqueciendo quería más y más. Sentí que gloria me untaba algo en el coño, era un líquido aceitoso. Luego comencé a sentir la polla de Sebastián. Rozaba mi clítoris, sentía como me la pasaba desde su base hasta su glande. También sentía las manos de gloria tocarme, meterse en mi coño, es como si prepara el camino para que la polla entrara.

Abrí mis piernas lo más que pude, sabía que me esperaba algo fuerte. La polla comenzó a entrar, no negaré que tuve miedo, pero eso no me detuvo. Gloria seguía aplicando aceite en mi coño, sentía como se escurría sobre mi piel. Yo no veía nada, solo el coño de gloria, continuaba chupándolo, aunque estaba más pendiente a lo que me esperaba.

Sentía como esa gran polla se abría paso lentamente entre mi coño. Sentía que me iba a abrir por la mitad, que era interminable. El movimiento era lento, suave, poco a poco mi coño se fue adaptando, el placer no se hizo esperar. Esa polla llegaba hasta lo más profundo de mi, ni mis dedos ni la polla de mi esposo había llegado ahí nunca. Era fascinante.

El ritmo fue acelerando, gloria se puso de pie y Sebastián se echó sobre mí. Yo le abrasé fuertemente apretándolo contra mí. Quería sentir ese cuerpo caliente, quería sentir ese olor, quería sentir a un hombre de verdad. La polla entraba y salía cada vez más rápido, sus movimientos pélvicos eran magistrales. La entraba y sacaba por completo, una penetración profunda y rápida.

Yo no paraba de gritar. Mis ojos se fijaron en el televisor, mi excitación creció sin límites al verme en la pantalla y a Sebastián entre mis piernas. Gloria tomó la cámara, y la acerco a mi coño, yo podía ver como esa polla entraba y salía, nunca pensé que resistiría algo así. Me gustaba ver como se anchaba mi coño con cada embestida, las cuales se hacían más fuertes.

Otro orgasmo sacudía mi cuerpo, pero este era mucho más fuerte, grité hasta perder la voz, sentí que me moría, mi conciencia se desvanecía entre placeres y temblores. Por un momento no supe de mi, tuve un leve desmayo. Sebastián se detuvo — ¿estás bien?- solo asentí con la cabeza. — ¿Quieres seguir?— volví a asentir con la cabeza, no tenia fuerzas para hablar.

Gloria estaba sentada en el sofá, estaba grabando todo con la cámara, Sebastián guio mi cuerpo con suavidad, me puso en cuatro patas, colocó mi cabeza entre las piernas húmedas de gloria, de inmediato comencé a chupar su coño. Comencé a sentir como Sebastián untaba algo en mi culo, era un gel, metía sus dedos impregnados mi hoyo con la sustancia, al parecer tenia propiedades anestésicas. Nunca había sido cogida por el culo, me puse un poco nerviosa, pero intente no dar indicios de ello. Al cabo de unos minutos Sebastián comenzó a meter su polla en mi hoyo.

Sentía como ese miembro me habría el culo, a pesar del gel, sentía un poco de molestia, pero era soportable y muy excitante. Sus manos me sujetaban por la cintura, mientras me iba metiendo lentamente toda esa butifarra. Los movimientos eran lentos, suaves, firmes. Poco a poco la velocidad fue aumentando.

Solo se detuvo u momento, fue cuando me introdujo un vibrador en el coño, luego continuo cogiéndome por el culo, era demasiado placer para mi, yo chupaba el coño de gloria con ansias, como si saciara mi hambre de sexo.

Las embestidas eran cada vez más fuertes y violentas, sentía que me iba a partir el culo por la mitad, a lo que le subamos el vibrador en el coño. Gloria hacia movimientos pélvicos a la vez que yo chupaba su delicioso coño. Sebastián me sujetó por el cabello y comenzó a darme nalgadas, me sentía feliz, estaba siendo cogida como siempre lo soñe, como una perra.

Como era de esperarse tuve otro orgasmo, mi ano se contraía apretando la polla de Sebastián, quien me hundía la cabeza en el coño de gloria, me estrujaba contra el, era delicioso.

Sebastián sacó su polla de mi culo, sujetando mi cabeza por el cabello se masturbo un poco, disparándome un chorro abundante de leche caliente que me cubrió la cara, gloria se acercó a mí y pasaba su lengua sobre mi rostro, lamiendo toda esa leche y besándome hasta dejarme la cara limpia.

Quede tendida en la alfombra, estaba agotada. Gloria se acostó a mi lado, puso su cabeza sobre mi pecho. Yo la acariciaba, Sebastián solo nos observaba, su mirada era de satisfacción al igual que al mía. Este, sin duda alguna es el principio de una relación muy especial.

5 comentarios:

blackviolet dijo...

Sebastian... le he puesto de apellido un suspiro profundo...

Tus relatos me apasionan (en el sentido literal de la palabra)... creo que empezaré a medicarme contra la hipertensión antes de leer algún otro!

Paula salió del nido de pajaritos y se metió en el de serpientes... caer en la tentación no puede ser pecado si hacerlo te lleva al cielo!jeje!

Un beso gigante y ansioso por más! Una nunca se cansa de Sebastian... (suspiro profundo)!

venus dijo...

estoy totalmente de acuerdo blackviolet(al) ... Caer en la tentación no puede ser pecado si hacerlo te lleva al cielo....


besos

Borrasca dijo...

Nunca leo post tan extensos, pero el tuyo me atrapó desde la primera línea y que decir como me puso uffff

Así como Violeta tendré que tomar medicinas para volver a leerte.

Besos

thai dijo...

Pecados!!! con lo divertod que es pecar.... no puede ser malo de ninguna forma.... un relato fantástico, envolvente y que no quieres que acabe cuando lo lees...

Felicidades me gustó mucho mucho

Bastet{D} dijo...

Este relato me acuerda a uno que leí hace un tiempo... ese relato fue el principio de mi perversión, la perversión que me ha convertido en lo que soy hoy...

Sebastián me parece súper sexy...

Buenísimo... espero que no sea insuperable